martes, 12 de mayo de 2015

SEGUNDO CICLO



EL  LÁPIZ  OLVIDADO



Érase una vez, un lápiz de listas rojas, doradas y negras, punta afilada, y  muy trabajador. Su propietario se llamaba Pipe. Era un niño de once años, muy inteligente, al que le  encantaba  escribir y ponía cualquier excusa para hacerlo.



Un día el lápiz de esta historia, que era el que siempre utilizaba Pipe, se  quedó en un cajón olvidado y apartado.



 Pasaron días, meses, años y nadie lo buscaba. Hasta que un día, la madre de Pipe, decidió quitar el polvo del cajón, y encontró al lápiz en el fondo. El lápiz estaba sucio, con  la madera casi podrida; a la madre le daba un poco de asco tocarlo, así es que lo tiró sin pensárselo dos veces. Y en se momento decidió ir a sacar la basura. El lápiz se cayó de la bolsa y se quedó en el suelo en mitad de la calle.



Un niño de Madrid, había ido a Villanueva el fin de semana, para ver a su tío que estaba enfermo. De repente encontró el lápiz y decidió llevárselo.



Cuando el niño regresó a  Madrid,  dejó el lápiz en su escritorio para cogerlo a la mañana siguiente al irse al colegio. Pero… con las prisas no se lo llevó.



La madre, creyó que su hijo ya no lo quería y lo tiró a la basura. El portero lo echó al contenedor, y el camión de la basura, al basurero.



El lápiz estaba en un basurero de Madrid, ¡No se lo podía creer! Invadido por la ira cobró vida y decidió ir a buscar a Pipe.



Del basurero se fue a una calle que no pudo leer porque era muy bajo y su vista no le permitía leer el nombre . Porque…  aunque os parezca sorprendente, el lápiz había aprendido a leer con Pipe, después de haber escrito miles y miles de palabras. Entró en una casa humilde donde vivía una tal Candela a la que el lápiz le contó su historia y  que fue testigo del lápiz parlanchín. Candela sorprendida, dijo que para salir de Madrid se dirigiera hacia la Carretera de Extremadura, para ponerse camino hacia esa Comunidad. También le explicó, con todo detalle, las ciudades por las que debería pasar para volver con su dueño. El lápiz se puso en marcha decidido a encontrar su hogar.



Después de un día agotador e intenso y ya en el pueblo Oropesa, donde había llegado gracias a que se coló en un tren, se fue hacia una de sus preciosas calles de piedra hasta llegar al castillo, donde pasó la noche con mucho frío.



Desde Oropesa se dirigió hacia Trujillo en autobús. En ese lugar, se dispuso a entrar en un hostal para escribir y así  calentarse la punta. El hostal estaba hasta arriba de gente, y el lápiz se sentía muy pequeño entre tanta gente, pero no tuvo más remedio que pasar la noche allí, donde al menos no pasaría frío.



Al día siguiente salió para continuar su gran viaje. Se tuvo que colar en un autobús para ir a  Navalmoral de la Mata. Intentó disimular mucho para no ser visto, pero una niña de cuatro años que se llamaba Isabel, lo vio debajo de un asiento temblando de miedo y se hicieron amigos. Cuando la niña bajó,  se lo guardó en su mochila.



Ya en su casa, decidió acogerlo y quedárselo para siempre. Pero el lápiz le explicó que sólo se podía quedar allí a pasar la noche, porque quería volver con Pipe, su dueño.



Al alba, el lápiz decidió irse de Navalmoral de la Mata, aunque la niña se quedó un poco triste, pero lo tuvo que afrontar y así su nuevo amigo,  el lápiz,  le hizo un dibujo de ellos dos jugando. De esta forma consiguió que lo despidiera con una sonrisa.



Cogió un taxi hacia Almaraz donde pensó que podría pasar  la noche sin ningún problema. Allí, al llegar se quedó encajado en un par de rocas que le impedían salir. El lápiz desesperado pensó que había llegado el fin de su gran aventura y que no volvería a ver a Pipe. Pero de repente, un señor a lomos de un caballo pasaba por el camino donde estaba el lápiz, y el caballo, sin querer, dio a una de las piedras donde estaba encajado el lápiz y lo sacó de su apuro. El lápiz entusiasmado, se quedó con la boca abierta al ver relinchar al majestuoso caballo, pero decidió continuar hacia Mérida tal como le dijo Candela que tenía que hacer para encontrar su casa. De pronto el caballo dio media vuelta y se dirigió hacia él, y  pensando que era una paja se lo metió en la boca. Pero como era muy duro, no pudo romperlo y se lo quedó en la boca, chupándolo. Allí permaneció hasta llegar a su destino que, afortunadamente,  era Mérida.



A la entrada de la bella ciudad romana, un tropezón del caballo, hizo que el lápiz saliera disparado de la boca y quedó liberado. Miró a su alrededor  y vio una fábrica que le sonaba familiar pero no sabía por qué. Entró y descubrió que… ¡se había fabricado allí! El lápiz muy asombrado decidió pasar ahí la noche .Al amanecer se marchó  temprano porque quería llegar cuanto antes a Villanueva de la Serena, ¡sólo le faltaba, poco más de media hora! .  Se metió por accidente en un autobús porque una señora le pegó una patada.



Ya en Villanueva de la Serena, fue hacia su antigua casa pero no había nadie y ponía en un cartel que estaba en venta. Todo acelerado y preocupado preguntó a un señor que estaba a punto de vender la casa, que dónde estaba el antiguo propietario. El señor que casi se desmaya al oír la voz del lápiz, le dijo que se fue hace muchos años, que ya era mayor y vivía en una residencia en Mérida. ¡El lápiz se dio cuenta que había estado muchos años olvidado en el cajón y que había tardado en volver a su casa!



  El hombre le dijo también, que Pipe fue médico, que fue militar de enfermería y  fabricante de armas y que, casi todos, le conocían como Felipe Trigo.



El lápiz comprendió que Felipe Trigo era el nombre verdadero de su dueño, pero que él le llamaba Pipe porque era la abreviatura de Felipe. Tuvo que volver a Mérida en autobús y con voz victoriosa dijo: ¡por fin volveré a ver a Pipe!



 Ya en la residencia, el lápiz entró sigilosamente y se fue a una habitación que ponía en la puerta: Felipe Trigo.



El lápiz se armó de valor y se dispuso a entrar y… vio a Pipe, pero muy mayor. Felipe tenía varios diplomas de literatura colgados en la estancia; estaba escribiendo.



El lápiz se subió en la mesa y dijo:  Pipe, ¿eres tú?



 Felipe muy sorprendido preguntó: ¿Eres tú mi antiguo lápiz de la suerte, de cuando tenía once años?



Y el lápiz dijo: Sí, me quedaste olvidado en un cajón y he tardado mucho en  encontrarte, pero desde hace tiempo te estoy buscando.



 Felipe lamentó  haberlo perdido y prometió no separarse de él, jamás. Y con el lápiz escribió muchas novelas y cuentos.

 
                                                           FABIO ADRIÁN MOLERO PINUAL









                                            

                                            



                                                    


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