EL
LÁPIZ OLVIDADO
Érase una vez, un lápiz de listas rojas, doradas y negras,
punta afilada, y muy trabajador. Su
propietario se llamaba Pipe. Era un niño de once años, muy inteligente, al que
le encantaba escribir y ponía cualquier excusa para hacerlo.
Un día el lápiz de esta historia, que era el que siempre utilizaba Pipe, se
quedó en un cajón olvidado y apartado.
Pasaron días, meses, años y nadie lo buscaba.
Hasta que un día, la madre de Pipe, decidió quitar el polvo del cajón, y
encontró al lápiz en el fondo. El lápiz estaba sucio,
con la madera casi podrida; a la madre
le daba un poco de asco tocarlo, así es que lo tiró sin pensárselo dos veces. Y
en se momento decidió ir a sacar la basura. El lápiz se cayó de la bolsa y se
quedó en el suelo en mitad de la calle.
Un niño de Madrid, había
ido a Villanueva el fin de semana, para ver a su tío que estaba enfermo. De
repente encontró el lápiz y decidió llevárselo.
Cuando el niño regresó
a Madrid, dejó el lápiz en su escritorio para cogerlo a la
mañana siguiente al irse al colegio. Pero… con las prisas no se lo llevó.
La madre, creyó que su
hijo ya no lo quería y lo tiró a la basura. El portero lo echó al contenedor, y
el camión de la basura, al basurero.
El lápiz estaba en un
basurero de Madrid, ¡No se lo podía creer! Invadido por la ira cobró vida y
decidió ir a buscar a Pipe.
Del basurero se fue a
una calle que no pudo leer porque era muy bajo y su vista no le permitía leer
el nombre . Porque… aunque os parezca
sorprendente, el lápiz había aprendido a leer con Pipe, después de haber
escrito miles y miles de palabras. Entró en una casa humilde donde vivía una
tal Candela a la que el lápiz le contó su historia y que fue testigo del lápiz parlanchín. Candela
sorprendida, dijo que para salir de Madrid se dirigiera hacia la Carretera de Extremadura,
para ponerse camino hacia esa Comunidad. También le explicó, con todo detalle, las
ciudades por las que debería pasar para volver con su dueño. El lápiz se puso
en marcha decidido a encontrar su hogar.
Después de un día
agotador e intenso y ya en el pueblo Oropesa, donde había llegado gracias a que
se coló en un tren, se fue hacia una de sus preciosas calles de piedra hasta
llegar al castillo, donde pasó la noche con mucho frío.
Desde Oropesa se dirigió
hacia Trujillo en autobús. En ese lugar, se dispuso a entrar en un hostal para
escribir y así calentarse la punta. El
hostal estaba hasta arriba de gente, y el lápiz se sentía muy pequeño entre
tanta gente, pero no tuvo más remedio que pasar la noche allí, donde al menos
no pasaría frío.
Al día siguiente salió
para continuar su gran viaje. Se tuvo que colar en un autobús para ir a Navalmoral de la Mata. Intentó disimular mucho
para no ser visto, pero una niña de cuatro años que se llamaba Isabel, lo vio
debajo de un asiento temblando de miedo y se hicieron amigos. Cuando la niña
bajó, se lo guardó en su mochila.
Ya en su casa, decidió
acogerlo y quedárselo para siempre. Pero el lápiz le explicó que sólo se podía
quedar allí a pasar la noche, porque quería volver con Pipe, su dueño.
Al alba, el lápiz decidió
irse de Navalmoral de la Mata, aunque la niña se quedó un poco triste, pero lo
tuvo que afrontar y así su nuevo amigo,
el lápiz, le hizo un dibujo de
ellos dos jugando. De esta forma consiguió que lo despidiera con una sonrisa.
Cogió un taxi hacia Almaraz
donde pensó que podría pasar la noche
sin ningún problema. Allí, al llegar se quedó encajado en un par de rocas que
le impedían salir. El lápiz desesperado pensó que había llegado el fin de su
gran aventura y que no volvería a ver a Pipe. Pero de repente, un señor a lomos
de un caballo pasaba por el camino donde estaba el lápiz, y el caballo, sin
querer, dio a una de las piedras donde estaba encajado el lápiz y lo sacó de su
apuro. El lápiz entusiasmado, se quedó con la boca abierta al ver relinchar al
majestuoso caballo, pero decidió continuar hacia Mérida tal como le dijo
Candela que tenía que hacer para encontrar su casa. De pronto el caballo dio
media vuelta y se dirigió hacia él, y pensando que era una paja se lo metió en la
boca. Pero como era muy duro, no pudo romperlo y se lo quedó en la boca,
chupándolo. Allí permaneció hasta llegar a su destino que, afortunadamente, era Mérida.
A la
entrada de la bella ciudad romana, un tropezón del caballo, hizo que el lápiz
saliera disparado de la boca y quedó liberado. Miró a su alrededor y vio una fábrica que le sonaba familiar pero
no sabía por qué. Entró y descubrió que… ¡se había fabricado allí! El lápiz muy
asombrado decidió pasar ahí la noche .Al amanecer se marchó temprano porque quería llegar cuanto antes a Villanueva
de la Serena, ¡sólo le faltaba, poco más de media hora! . Se metió por accidente en un autobús porque
una señora le pegó una patada.
Ya en
Villanueva de la Serena, fue hacia su antigua casa pero no había nadie y ponía
en un cartel que estaba en venta. Todo acelerado y preocupado preguntó a un
señor que estaba a punto de vender la casa, que dónde estaba el antiguo
propietario. El señor que casi se desmaya al oír la voz del lápiz, le dijo que
se fue hace muchos años, que ya era mayor y vivía en una residencia en Mérida. ¡El
lápiz se dio cuenta que había estado muchos años olvidado en el cajón y que
había tardado en volver a su casa!
El hombre le dijo también, que Pipe fue médico,
que fue militar de enfermería y
fabricante de armas y que, casi todos, le conocían como Felipe Trigo.
El
lápiz comprendió que Felipe Trigo era el nombre verdadero de su dueño, pero que
él le llamaba Pipe porque era la abreviatura de Felipe. Tuvo que volver a
Mérida en autobús y con voz victoriosa dijo: ¡por fin volveré a ver a Pipe!
Ya en la residencia, el lápiz entró
sigilosamente y se fue a una habitación que ponía en la puerta: Felipe Trigo.
El
lápiz se armó de valor y se dispuso a entrar y… vio a Pipe, pero muy mayor.
Felipe tenía varios diplomas de literatura colgados en la estancia; estaba
escribiendo.
El lápiz
se subió en la mesa y dijo: Pipe, ¿eres
tú?
Felipe muy sorprendido preguntó: ¿Eres tú mi
antiguo lápiz de la suerte, de cuando tenía once años?
Y el
lápiz dijo: Sí, me quedaste olvidado en un cajón y he tardado mucho en encontrarte, pero desde hace tiempo te estoy
buscando.
Felipe lamentó haberlo perdido y prometió no separarse de él,
jamás. Y con el lápiz escribió muchas novelas y cuentos.
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